- ¡Escribe, Pedro! - me decía Gerardo. Mi director de tesis -, ya tienes material suficiente... Pero la vida no responde al sentido común. Sabes que tienes que ponerte, que tienes, la capacidad, el talento, la horas de investigación, los cientos de libros que has comprado, leído, las horas de grabaciones, entrevistas, transcripciones, tienes las fotos, el índice, la tesina, la suficiencia investigadora, el apoyo de Yolanda, la confianza y la comprensión de Gerardo Fernández Juárez, pero las cosas solo suceden cuando tienen que suceder. Es como dejar de fumar, un día te levantas y sucede.
La paradoja es impresionante, del tema que más sé, que más conozco, del que más he investigado, está todo almacenado en mi memoria, no ha sido hecho apenas nada público, alguna charla esporádica
o alguna clase en la universidad. Las instrucciones eran claras: "No puedes publicar nada hasta el día que entregues la tesis". Y así será.
Pero como todo en la vida, llega el momento en el que se confabula el universo y te pones a la labor de escribir la tesis. Cuánto me acuerdo de Juan Antonio Flores cuando nos decía en la clase de Teoría y métodos: "Cuando te pones de verdad a escribir, y ves todo al material acumulado durante 5 años es cuando literalmente te cagas".
El hecho es que aquí estoy, en mi estudio, con un orden cartesiano, las ideas claras y la voluntad de terminar mi tesis mientras el resto disfruta del verano. Me pregunto ¿a cuánto he renunciado para construirme? Lo gracioso es que me encanta, me ilusiono y me emociono con casi cada cosa que hago. ¡Qué le vamos a hacer!, resulta que tengo el síndrome cultural de ser feliz y disfrutar de mi vida cada segundo, mal social donde los haya.
Voy bien (mas o menos bien), produciendo, reflexionando, con la sensación de que mi ignorancia es descomunal, con la duda de si conseguiré escribir algo a la altura (¿qué altura?) de lo esperado y con la comprensión de que siempre, siempre, una tesis es una obra inacabada, pero a la que finalmente hay que determinarle un final para cerrar un ciclo y básicamente "terminar". Recordando una frase de mi amigo Juan García Ochoa: "Las Tesis son como las obras, llega un día que tienes que declarar solemnemente su finalización por decreto personal"
Gerardo y Yolanda, gracias por lo que os toca, sin vuestro apoyo, no estaría encerrado escribiendo... aunque sabéis que nunca hago sólo una cosa, es lo que tiene ser hiperactivo, entre amuleto y hechizo, toco, hago fotos, salgo con la bici, hago pilates, veo cine, defino nuevos proyectos, je, je, je., por que me gusta hacer las cosas que realmente valoro tranquilo, dejando que se asienten, que respiren.
Si Dios quiere, termino.
FRAGMENTO CAPÍTULO 7 DE LA TESIS
"El mal de ojo es un síndrome cultural que pervive de forma enraizada en Toledo, éste es el síndrome cultural más extendido en la provincia. Esta creencia existe en la realidad de la sociedad local con una consistencia firme, ya sea de forma implícita o de forma explícita. Incluso entre los más escépticos, en las conversaciones informales, siempre queda una coletilla que deja entrever que puede haber algo sobrenatural que influye en nuestras vidas. Ya sea porque alguien nos desea el mal, nos tiene envidia o nos odia. Unas veces se expresa declarando la existencia de una energía negativa, afirmando que ellos o ellas no creen en el mal de ojo, pero que existe algún tipo de energía o malas vibraciones que escapan al control de los humanos. Se suele argumentar que en el futuro la ciencia comprenderá las causas de ser afectados por la dimensión física de la energía. Supuestamente, a juicio de estos sujetos de estudio, aún no hemos alcanzado el nivel tecnológico o científico para poder investigar estos fenómenos. Otras veces, simplemente se declara que ser objeto de odio o malos deseos por parte de otras personas “no puede ser bueno y de algún modo tiene que afectar la salud”, aunque no se dan argumentos para explicarlo. Este tipo de actores sociales se posicionan en una convicción no razonada y cargada de ambigüedad."
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